Estuve viendo Ratatouille para cumplir una promesa que le había hecho a mi hija. El cine infantil cada vez logra de una manera mas genial, “presentar” dos películas en una: la de los niños y los argumentos para los adultos que llevamos a los pequeños a la película. La película presenta la historia de un restaurante gourmet y su cheff que va logrando fama por su trabajo; sin embargo, un crítico que escribe sobre sus comidas, le ocasiona una tristeza profunda por una nota que publica en la cual descalifica la calidad de su cocina. Con la casi mágica calidad de los dibujos animados que a veces parecen reales, se puede testimoniar la amargura del señor “Ego” que se dedica a despotricar desde su tribuna periodística de lo divino y lo humano relacionado con la cocina.
Resulta que el famoso crítico decide visitar el restaurante para conocer la comida del nuevo jefe de cocina. Después de muchas dificultades, el cheff (que es una rata), decide preparar el plato que referencio en el link de arriba. El suspenso magistralmente manejado hace que todos los espectadores estemos en vilo para ver qué dirá el crítico amargado.
Y en el momento en que Ego prueba el platillo, siente algo especial y único: el sabor le recuerda la comida que le servían en su niñez y esa emoción hace que disfrute plenamente el plato que le han servido. A partir de ahí, la película muestra como la amargura del crítico se transforma.
Yo quiero destacar el efecto de ese recuerdo en el señor Ego: sin duda la niñez es una etapa crítica en la vida, que puede marcar de muchas maneras la forma como enfrentamos nuestra vida adulta. Todos hemos tenido esa sensación de un aroma a un perfume o algo similar que nos remonta en fracciones de segundo, a la casa de la abuela o a los primeros años de convivencia con los hermanos.
Hagamos lo que sea necesario para que la historia de nuestros hijos se constituya en una base sólida y profunda de su autoestima y de su deseo de expresar amor con A mayúscula.
Las dificultades no son irremediables por supuesto; y no se puede afirmar que el niño está marcado de por vida, si no creció con su papá porque el señor se comportó solo como un ADN o no alcanza a ver la diferencia entre los animales que se reproducen de manera frenética y los seres humanos. Sin duda, las grandes crisis envuelven grandes oportunidades.
Un niño necesita y merece padres de verdad: que estén de cuerpo presente ante sus dificultades, no una persona que le apoya mucho “de corazón”, pero que no aparece. Y esto me obliga a recordar la sugerencia de una amiga que me invitaba a hablar sobre esas mujeres de temple de acero, que en vez de creerse la mentira de que asesinar a sus propios hijos es como sacarse una muela, deciden ser madres solteras. Por ahora, testimonio mi admiración por esas valientes guerreras en cuyo corazón encuentran amor para darle a sus hijos y sustituir de alguna manera la cobardía del papá ausente.
Dale la oportunidad a tu hijo de que siempre tenga en su presente, un pasado hermoso en la niñez. Permítele soñar con un futuro como el que añoras para el.
Meditaciones Para la Vida
Maya Angelou fue entrevistada en su 70º cumpleaños. Le preguntaron sobre qué pensaba de envejecer. Y allí, delante de cámaras, dijo que era "emocionante".
Respecto de los cambios físicos, dijo que muchos ocurrían a diario...como sus senos. Parecen estar en una carrera para ver cuál de los dos alcanzaría su cintura primero.
La audiencia rió tanto que lloró.
¡Ella es una simple y honesta mujer, con tanta sabiduría en sus palabras!
Maya Angelou dijo esto:
"Aprendí que no importe lo que pase, o cuán malo puede parecer el día de hoy, la vida continúa, y mañana será mejor."
"Aprendí que se puede decir mucho sobre una persona a partir de la manera en que maneja estas tres situaciones: un día lluvioso, equipaje perdido, y luces navideñas enredadas."
"Aprendí que sin importar la relación que tengas con tus padres, los extrañarás cuando ya no estén en tu vida."
"Aprendí que "algo de que vivir" no es lo mismo que "vivir".
"Aprendí que a veces la vida te da segundas oportunidades."
"Aprendí que no hay que ir por la vida con guantes de béisbol en ambas manos, tienes que aprender a tirar algunas cosas."
"Aprendí que cuando decido algo con un corazón abierto, casi siempre tomo la decisión correcta"
"Aprendí que incluso cuando siento molestias, yo no tengo que ser una."
"Aprendí que todos los días deberías acercarte y tocar a alguien.
La gente ama un cálido abrazo, o simplemente una palmada amistosa en la espalda."
"Aprendí que aún tengo mucho por aprender."
"Aprendí que las personas olvidarán lo que dijiste, olvidarán lo que hiciste, pero las personas nunca olvidarán cómo las hiciste sentir."